Restos arqueológicos del Paleolítico demuestran que al hombre primitivo le afectaba profundamente el misterio de la muerte y de la procreación.
Creía depender de las fuerzas de la naturaleza y tenía la seguridad de que había algo superior que era la fuente de la vida.
Para relacionarse con ese algo superior y obtener su beneficio, se sirvió de ritos.
El hombre primitivo también creía que había vida en el más allá, por lo que enterraba a sus muertos con alimentos y utensilios. Por estos caminos comenzó la religión. Los dioses de los Homo sapiens eran estatuillas femeninas que representaban el rostro de una mujer perfecta, la más importante es La Venus Willendrof, diosa de la fecundidad, hallada en 1908 por Josef Veram cerca de Willendrof, aquí el porqué de su nombre.
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